[Dardo de Nevren]

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Empezaba a nevar en las oscuras callejuelas de la ciudad y eso le iba a complicar mucho la vida en futuras misiones. El frío le calaba en los huesos y la fastidiosa humedad no beneficiaba a sus cuchillos. Mientras esperaba a su víctima saberdora de sus rutinarias y aburridas costumbres acariciaba la empuñadura de la daga pegada a su muslo por finas correas de cuero, siempre le proporcionaba una profunda tranquilidad saber que todo estaba donde tenía que estar, para ser utilizado en el justo y único momento de asesinar. Esta vez no debía ni rozar el suelo, no hay muchos asesinos en la capital con un pie tan pequeño y el hielo de las cornisas dificultaría en extremo hacerlo desde el tejado. Debía ocultarse más cerca de la víctima.
Descendió por varias ventanas, cerradas ambas por postigos, últimamente la ciudad se había vuelto peligrosa, sobretodo desde su llegada semanas atrás. Nunca se quedaba en la ciudad más de dos o tres semanas, pero ésta era especialmente abundante en lo que a cuentas que saldar se refiere, lo que suele significar tener algo que comer un día más.

Se ocultó en las sombras que ofrecía un inseguro balcón, justo detrás de unos barriles vacíos de algo que en su día olía a cerveza y esperó. Escuchó el ulular del viento, risas y gritos de una taberna cercana, en la lejanía la serenata que algún amante prodigaba a una casta doncella en edad de merecer y pasos. Podía oír las pisadas de su adúltera víctima, imprecisas e irregulares, parece que llegaba borracho justo como esperaba, y justo como llevaba haciendo durante toda la semana. Despúes de embriagarse se pasaba por el callejón para aliviar su vejiga. Solía hacerlo unas tres o cuatro veces durante la noche, pero a ella le interesaba que fuera en la primera y no se gastara todo el dinero de su bolsa en más cerveza. Dificultaba el trabajo pero aumentaba la cantidad de sus comidas, quizá si llevaba lo suficiente, esa misma noche podría dormir en una cama de verdad y no en el escondrijo más húmedo y sucio de la ciudad.

Ya podía ver la figura oscura del hombre, tambaléandose y agarrándose con una mano a todo saliente que pareciera más o menos estable, mientras con la otra se desataba los pantalones dejando al descubierto su miembro blanco y fláccido. Se situó de espaldas a los barriles para dibujar arabescos en la pared y la nieve pisoteada mientras cantaba cual marinero en alta mar. No era muy elegante matar a un hombre mientras meaba y cantaba, pero corrían tiempos difíciles. Deslizo su enguantada mano acariciando los pantalones, luego la correa para finalmente enlazar sus dedos en la empuñadura de la daga y deslizarla lentamente fuera de su funda cuando le cayo un puñado de nieve en la capa. Había alguien arriba. Maldijo para si misma, quién iba a pensar que la zorra habría contratado a otro asesino para asegurarse de la muerte de su marido. Debía pensar rápido, no podía salir de su escondite, tampoco realizar su tarea con algún testigo de por medio, debía esperar. Era lógico pensar que era el único escondrijo seguro del lugar y el más cercano a la víctima. Desenfundo en el preciso momento en el que el extraño se escurría bajo el balcón y se aproximaba entre las sombras hacia los mismos barriles en los que se encontraba ella. Esperó hasta que estuvo a punto de pisarla, y con sangre fría acarició con la daga el cuello del desconocido. Éste no pareció soprendido cuando ella le hizo un ademán de silencio, a lo que él correspondió con otro gesto igual, Dardo no lo comprendió hasta que sintió un sutil pinchazo en su costado. Quedaron mirándose el uno al otro mientras la víctima se alejaba, no sin antes alabarse a si mismo entre risotadas obscenas y torpes traspiés por su gran obra aún humeante en la nieve.

8 Notas:

Paciente dijo...

Bienvenida al mundo de la literatura. Me gustaría decir eso, pero veo que ya tienes arte en esto de la escritura, un uso muy eficiente de las descripciones, se nota tu tendencia a llenar sentidos.

Me ha gustado mucho el como hacías una descripción auditiva del entorno, algo muy importante para un asesino, el oído.

Una historia corta, pero con su in tringuli, un desconocido, una sombra, un mismo objetivo. Una ciudad llena de nieve, me ha gustado.

Como colofón final decirte que se nota que te gustan los asesinos.

Anda, escribe mas a menudo ^^

1bst!

dragonfly dijo...

Me ha gustado! continua!

Ares dijo...

Bueno he mejorado la aprte final que no se entendía demasiado bien, quizá le intenté imprimir demasiado ritmo.

A ver que tal ahora.

David Montilla dijo...

Me ha recordado a un asesino de un libro de Terry Pratchett llamado Pirómides, de hecho la atmósfera que has creado ha sido lo que me ha devuelto a la memoria aquel libro.

Anónimo dijo...

no dejes de escribir

Ares dijo...

Umh... David... todo un halago recordarte al gran Terry Pratchett aunque sea de refilón.

Gracias ^^

Anónimo en breve continúo.

Anónimo dijo...

Me gusta leer lo escribes porque lo haces muy bien pero parece que lo tienes aparcado, a ver si escribes algo y me das una alegría

Anónimo dijo...

Definitivamente creo que has abandonado por completo este blog, una lástima