[Hawt de Rayleight]

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Parecía que un vendaval hubiera arrasado la botica. Una bruma densa ocupaba cada espacio de la habitación, haciéndose visible a intervalos gracias a los rayos de sol que se filtraban por los resquicios de los postigos. Aún así el aire era irrespirable. Olía a comida podrida y a hierro fundido, sin embargo eso no parecía amargarle la tarde al alquimista.

Podía ver que las estanterías habían cedido, desparramando el contenido de miles de botellas minúsculas por el oscurecido suelo, ya pegajoso por los años de uso. Mucho de su contenido se había echado a perder. Plantas enmohecidas, ácidos que empezaban a comerse la madera, aceites que impregnaban parte de su mesa de trabajo y pequeñas piedras de distintos colores que ocupaban cualquier recoveco de la pequeña habitación. Las cortinas que separaban la tienda de la botica se habían quemado dejando un roel corrosivo en el suelo pero llegados a ese punto la pérdida de intimidad le fastidiaba mucho más que todo el material perdido.

Se limitó a ponerse un par de guantes gastados e ir recogiendo los trozos de cristal más grandes y sus respectivos tapones de corcho para luego buscar las pequeñas notas que dejaba en cada cuello de botella con el nombre y uso del contenido.

- Tantos años de búsqueda del órden perfecto y de clasificación exhaustiva... para esto! - maldijo.

Decició que partir de ese mismo momento empezaría a guiarse más por su instinto. Dejaría el proceso de clasificado para dedicarse de lleno a lo que más le motivaba, la experimentación. Aunque él sabía que esa no era la única razón, la sola idea de complicarle la vida al Gremio hacía que le recorriera una ola de satisfacción por la espalda. Abrió despacio la ventana y la luz cegó sus ojos e iluminó lo que parecía una media sonrisa en su rostro.

El aire limpio le golpeó las fosas nasales recordándole lo viciado que estaba el ambiente y empezó a sentirse algo mareado, así que optó por sentarse despacio en la cama no sin antes maldecir en voz baja y con una abierta sonrisa de aprendiz el no haber abierto antes la ventana. Miró alrededor y con un profundo suspiro se dejó caer de espaldas en la cama. Las incursiones del Gremio se habían hecho cada vez más frecuentes y destructivas. En el último mes se habían apoderado de todos los venenos, aceites aromáticos, plantas medicinales y utensilios varios, entre ellos una balanza de plata, la más precisa que puedo encontrar en la ciudad y por supuesto la más cara. Aún así, lo que más le dolía en el alma era que se hubieran llevado todo el material incendiario.

- Cualquiera diría que están preparándose para la guerra - musitó.

Hawt se quitó los guantes lentamente y se acarició nervioso la nuca, no podría encender la chimenea hasta que todos los vapores se hubieran desvanecido y eso le preocupaba, esa noche pasarían frío.

4 Notas:

Axir dijo...

Personalmente me ha encantado ^^ La historia engancha, uno quiere saber por qué le produce tanta satisfacción el fastidiar al gremio, los motivos del robo de material, el retorno de Axir a su laboratorio, si hay una guerra en camino...

(Qué raro se me hace hablar de "Axir" en tercera persona)

Ares dijo...

Es evidente que has sido mi inspiración! Me gustó mucho tu nombre ya te lo dije en su momento y a este alquimista adorador de fuegos le queda que ni pintado... no crees? ^^

:P

P.D.: Pues el esta noche "pasaremos" frío se las trae...

Anónimo dijo...

pobre alguimista...parece esclavo de su propia devoción. Su gremio me recuerda mucho a esas personas que utilizan el trabajo, la dedicación y el esfuerzo de otros en su propio beneficio sin nisiquiera otorgar un mínimo de reconicimiento a su labor. Yo, personalmente creo que dificulta a su gremio para que ambos (amigos y enemigos) puedan aniquilarse mutuamente y así poder ejercer el derecho a una profesión en paz.

Ikari dijo...

Un comienzo interesante. Marcas la senda sin titubeos. A ver adónde nos llevas :)